Aunque todos los medicamentos están sujetos a una estricta y continuada vigilancia por los organismos sanitarios
de todo el mundo en busca de posibles efectos secundarios aún no detectados, las vacunas parecen
escaparse de esa normativa. Puesto que son fármacos que se introducen en nuestro organismo, generalmente
por vía percutánea, las consecuencias de su peligrosidad deberían evaluarse seriamente.
Esta valoración se hace aún más necesaria en el caso de los niños y de los recién nacidos, que reciben vacunas,
una y otra vez, siguiendo un calendario sistemático que se extiende hasta los doce o catorce años. Se tiene
la certeza de que los efectos iatrogénicos de las vacunas abarcarán a muchas generaciones, pero ahora tenemos
métodos alternativos e inocuos.
AUTOR
veterano escritor,
conferenciante y profesor
de Medicina Natural, dedica
nuevos esfuerzos a la
divulgación de sistemas y
herramientas aún
desconocidos para el gran
público, pero que vienen
avalados por trabajos
científicos de prestigio
mundial.
Sus últimas incursiones en el
campo de la psicología
cuántica y de la biología
antienvejecimiento, a lo que
suma la psicología del
Ho oponopono, le han
permitido ofrecer un nivel
de conocimientos muy
intensos y avanzados.
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