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DIVINO GOBIERNO DEL REINO HUMANO, EL (N.E)

MUHYDDIN IBN´ ARABI

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23,00 €

DISPONIBLE EN STOCK

Colección: ALMUZARA Temática: ESPIRITUALIDAD
ISBN: 978-84-18205-04-0 Nº de Páginas: 288
EAN: 9788418205040 Idioma: N/D
Sinopsis:
Desde Dante a la poesía caballeresca, Ibn Arabí ha influido de manera decisiva en el pensamiento de Occidente a través de los más de cuatrocientos libros, desde ensayos cortos a monumentales obras, que han dado respuesta a una multitud de buscadores de la iluminación interior. Su personalidad y obra han ejercido a través de los siglos una influencia imborrable en todo el ámbito del Sufismo que ha llegado —incólume— hasta nuestros días. El presente volumen contiene una obra poco conocida de Ibn Arabi, pero de enorme importancia, El divino gobierno del reino humano, así como otros dos textos más cortos —Lo que necesita el buscador y Tratado sobre el Uno y Único—, y un epílogo en el que se recogen las enseñanzas del sheij al-akbar («el gran imam») sobre la práctica sufí y el nexo entre maestro y discípulo. El libro se completa con una breve aunque hermosa biografía sobre Ibn Arabí y una introducción a su pensamiento. AUTOR Nació en Murcia el 7 de agosto de 1165, pero su familia se trasladó a Sevilla en 1173, donde Ibn Arabi recibió una esmeradísima educación. Abandonando una precoz vocación militar, se entregó a la vía sufí desde la más temprana juventud. Cuando tenía 18 años, tuvo un célebre encuentro con Averroes y el gran filósofo quedó profundamente impresionado por la ya evidente sabiduría y altura mística del joven Ibn Arabi. Tras beneficiarse de las enseñanzas de numerosos maestros en Al-Andalus (entre los que figuraban dos célebres místicas, Fátima de Córdoba y Shams de Marchena), en 1201 Ibn Arabi abandona la península en un larguísimo peregrinaje que incluiría todo el norte de África, Meca y Medina, Siria, Irak y Turquía. A lo largo de sus viajes, Ibn Arabi iría componiendo su enciclopédica obra, instruyendo a sus discípulos y manteniendo encuentros con algunos de los más destacados sufíes y estudiosos de la época (como Suhrawardi o el joven Rumi). Aunque durante su vida fueron muchos los que reconocieron la extraordinaria dimensión de Ibn Arabi, algunos eruditos de mente chata llegaron a criticarlo e incluso a considerarlo herético. La hondura y vastedad de sus palabras no es fácilmente comprensible para cualquiera, y menos aún para aquellos aquejados de superficialidad religiosa o fanatismo. Al final de sus días, Ibn Arabi se estableció en Damasco, donde se conserva su tumba. Según una célebre anécdota, en Damasco Ibn Arabi vio un día a un imam, amante no de Dios, sino del dinero, que lideraba a una congregación de fieles amantes también de las riquezas. Los llamó desde la puerta diciendo: « El dios que adoráis está bajo mis pies!» La congregación dejó sus oraciones y comenzaron a maldecirlo y a golpearlo. Algunos dicen incluso que el Sheij terminaría muriendo de los golpes recibidos en esta ocasión. Pocas décadas más tarde, la personalidad y obra de Ibn Arabi habían ejercido una influencia imborrable en todo el ámbito del Sufismo, desde España hasta la India. Una influencia que llega –incólume- hasta nuestros días.