Una mujer cae al vacío. Un escritor observa. ¿Suicidio? ¿Asesinato? La novela capital de quien fuera Premio Nacional de Literatura de 1965.
Pocos imaginan el alcance de los secretos que se esconden tras las ventanas cerradas.
Una mujer semidesnuda se estrella contra el asfalto tras caer al vacío desde una ventana. Hay un escritor en el edificio de enfrente que intenta concentrarse para redactar un ensayo, pero no puede. De pronto, un ruido seco: la muerte de esa mujer joven con la que tantas veces se ha cruzado por la calle. A partir de ahí, el escritor aparca su trabajo y emprende una investigación. ¿Se ha suicidado? ¿Alguien la ha empujado? ¿Qué ha sucedido dentro de esa casa?
El escritor se ve envuelto en un laberinto de intrigas que mezcla los elementos indispensables de un buen thriller, a través de distintas historias de amor, celos, envidia, odio y ambición. El título de la novela, Las paredes ven, nos interpela: alude a los grandes secretos que todos guardamos y que, de algún modo, acaban trascendiendo y operando en nuestras vidas. Lo que decimos, lo que hacemos, aunque sea en una habitación cerrada, termina teniendo consecuencias.
Este es el último libro que publicó Manuel Iribarren, Premio Nacional de Literatura, y uno de los grandes exponentes de la llamada Generación del 36. Fue finalista del Premio de Novela Blasco Ibáñez, que en aquel 1970 ganó José María Pemán. La novela de Iribarren enganchó tanto al escritor gaditano que este pidió al jurado que el premio que le correspondía se invirtiera en publicarla. Así fue como vio la luz. Las paredes ven, a medio camino entre lo policiaco y la novela psicológica, es sin duda uno de los mejores trabajos del autor.
«Iribarren es el gran escritor de Pamplona. Con esta novela, he pasado unas horas de lectura magníficas». José María Pemán
«Mi amigo Iribarren escribe muy bien. Sus libros estimulan a la lectura. Vivan los escritores de las provincias modestas!». Miguel Delibes
AUTOR
Manuel Iribarren (1902-1973) pertenece a la llamada «Generación del 36», integrada por aquellos escritores a quienes sorprendió la guerra cuando su carrera literaria apenas comenzaba. Cuando publicó en la mítica colección Austral, Jacinto Benavente y Gregorio Marañón calificaron su literatura como «obra maestra en su género». Este escritor llegó a Madrid con la República y se ganó el respeto de las principales figuras de la época. Publicó con las editoriales más importantes y estrenó, como dramaturgo, en el Teatro Español. Discípulo de Benavente y de Baroja, participó en sus tertulias; más tarde, ya consolidado como novelista, afianzó su amistad con ellos, pero también con otros escritores, como Miguel Delibes, quien, al igual que Iribarren, encontró en el campo la inspiración para construir sus personajes. Versátil y autodidacta, obtuvo importantes galardones en poesía, novela y relato corto, siendo el más destacado el Premio Nacional de Literatura en 1965. Sus mejores novelas son aquellas publicadas antes de la guerra y durante los últimos años del franquismo: Retorno (1932), San Hombre (1943) o El miedo al mañana (reeditada por Berenice).
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