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Desde la Edad Media, Averroes fue considerado el comentador de Aristóteles, pero su figura trasciende esa labor exegética. Sabio polifacético, destacó en múltiples campos del saber —filosofía, medicina, ciencias naturales, astronomía y derecho islámico—, y su vasto conocimiento e intento por armonizar la razón filosófica con la revelación religiosa lo convirtieron en una de los intelectuales más influyentes del pensamiento andalusí y del universal. A pesar de la relevancia de su obra, fue objeto de recelo y controversia tanto en el mundo islámico como en el cristiano. En la Europa del siglo XIII, desde que sus <i>Comentarios a Aristóteles</i> comenzaron a ser leídos, sería denostado por amplios sectores de la escolástica, quienes lo consideraban una amenaza para la ortodoxia religiosa. No obstante, algunos pensadores como Siger de Brabante o Tomás de Aquino reconocieron el rigor y profundidad de su interpretación filosófica. Sería a partir del siglo XIX cuando su pensamiento comenzó a revalorizarse, con un proceso de recuperación y estudio de sus escritos. Desde entonces, el interés por su obra no ha dejado de crecer, y hoy son innumerables los trabajos, ediciones críticas y estudios científicos dedicados a desentrañar la complejidad de su legado. La figura de Averroes constituye, no sólo un eslabón fundamental del racionalismo filosófico medieval y una de sus fuentes más fecundas, sino que su defensa de la razón le ha llevado a ser considerado uno de los «padres intelectuales de Europa».
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