Son las estrellas del siglo xxi, la edad de oro del postureo, y brillan tanto o más que los futbolistas y los cantantes. Los llamados
influencers cautivan con sus vídeos y fotos en redes sociales a millones de niños, adolescentes y adultos jóvenes que siguen su día
a día, sus opiniones, sus viajes y sus retos absurdos. Parece sencillo, pero se necesita esfuerzo y talento para llegar alto. Saben
conectar como nadie con los jóvenes, confían en ellos, los contenidos son frescos y aparentemente espontáneos y llegan a muchas
más personas que la retransmisión televisiva más exitosa.
Pero incluso siendo consciente de su auge le costará comprender por qué su hijo o hija se pasa las horas viendo en el móvil
vídeos de un niñato jugando a videojuegos mientras dice palabrotas o a chicas flacas probándose modelitos y comentando sus
estilismos.
Los jóvenes quieren ser como ellos porque a su desmedida fama, que alimentan millones de seguidores, se suman unos
importantes beneficios económicos. Chicos y chicas, ya desde niños, intentan seguir sus pasos sin importarles que para ello
tengan que arriesgar la vida para hacerse un selfie, exponer la intimidad hasta límites insospechados, retransmitir lo que hacen
a millones de desconocidos o mostrar su cuerpo semidesnudo o en poses sugerentes.
Todo vale con tal de ganar seguidores y tener más y más likes en las redes sociales. Un mundo donde reinan las apariencias
y la felicidad artificial, en el que los padres y los maestros están ausentes.
¿Qué placer experimentan los menores cuando sus fotos o vídeos tienen éxito en las redes sociales? ¿Son la provocación y
la sexualidad sus armas para ganar seguidores, como hacen los famosos?, ¿Se pueden canalizar sus habilidades digitales para
que se ganen la vida con ello?, ¿Los padres de niños youtubers explotan a sus hijos? ¿Son tan influenciables mis hijos como para
publicar imágenes que les persigan toda la vida? ¿Qué pasaría si un youtuber de éxito incitara a sus millones de seguidores a
seguir determinadas ideas políticas?
Entender el fenómeno cuanto antes es la clave para guiar a nuestros hijos en su vida digital.
AUTOR
David Ruipérez Serrano, ante todo, es un padre preocupado ante la posibilidad
de que sus hijos —y los de los demás— reduzcan su visión del mundo y de la vida
a lo que ven por una pantalla de cinco pulgadas. La sobreexposición de la propia
imagen, la obsesión por parecer feliz, la búsqueda de un éxito social basado en
cuánta gente ve tus fotos y tus vídeos marca el día a día de niños y adolescentes.
Todo eso sucede con una inquietante naturalidad que deja en fuera de juego a
muchos adultos.
Periodista con una dilatada trayectoria en la información de salud, ciencia
y medicina, actualmente es coordinador de contenidos en el Departamento
de Comunicación del Consejo General de Enfermería de España y durante
muchos años fue jefe de sección en el diario La Razón, donde estuvo al frente
del prestigioso y veterano semanario A tu salud. Especialista además en RSC,
medioambiente, deportes y tecnología. Es autor de libros como El carnívoro feliz
(Arcopress) y Mi mente es mi enemigo (EDAF)
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